En el mundo 15 millones de personas al año sufren un Accidente Cerebro Vascular y una cuarta parte de ese colectivo son menores de 65 años.

El ACV es la segunda causa de muerte y primera causa de discapacidad permanente
o transitoria en un tercio de sus víctimas, lo que ocasionará consecuencias severas en la vida de esos individuos y sus familias.

¿De qué hablamos cuando hablamos de ACV?

Se llama ACV, a la manifestación clínica de una alteración del flujo sanguíneo cerebral. Esto puede ser debido a una obstrucción de una arteria, impidiendo así la irrigación de un área del cerebro (ACV isquémico), o bien a la ruptura de una arteria ( ACV hemorrágico).

Al ACV, también se lo llama: ataque cerebral, accidente cerebrovascular, infarto cerebral, stroke, apoplejía, ictus, derrame o embolia cerebral.

El ataque cerebral es la segunda causa de muerte y primera causa de discapacidad permanente o transitoria en un tercio de sus víctimas, lo que ocasionará consecuencias severas en la vida de esos individuos y sus familias.

¿Qué hacer ante un ACV y cómo tratarlo?

Al reconocer alguno de estos síntomas y signos es fundamental que el paciente concurra en forma urgente a un centro de salud para su correcto diagnóstico y tratamiento ya que es muy corto el tiempo en el cual se puede realizar uno efectivo.

Es necesario que la gente reconozca esta enfermedad como una urgencia médica.

El tratamiento difiere sustancialmente si el evento es isquémico o hemorrágico. Y así mismo cambia según el tiempo de inicio de los síntomas y las características del paciente (no todos los pacientes pueden recibir cualquier tratamiento).

Dentro del tratamiento agudo (es decir, inmediatamente luego del inicio de los síntomas) en líneas generales en un ACV hemorrágico se deberá primeramente compensar la situación clínica, y evaluar si requerirá o no la evacuación quirúrgica en caso de presentar un hematoma cerebral.

Luego se buscará el origen del sangrado ya que en su gran mayoría esto será consecuencia de alguna anomalía que debilite las arterias, requiriendo en algunos casos la resolución de la misma para evitar que siga o vuelva a sangrar.

Por ejemplo podemos citar en estas anomalías que requieren intervención a los aneurismas, que son dilataciones de las arterias, las malformaciones arteriovenosas (MAV) que son conexiones anómalas entre arterias y venas entre otras.

En el caso de los ACV isquémicos, los tratamientos, una vez confirmada la estabilidad del paciente, apuntarán a eliminar la o las obstrucciones que impiden el flujo sanguíneo a través de una o varias arterias, esto se puede hacer utilizando medicación endovenosa (llamadas trombolíticos), dentro de las primeras horas de iniciado los síntomas o mediante la acción de retirar a través de un catéter el elemento (trombo) que genera la obstrucción (esto se llama trombectomía mecánica).

Estos tratamientos no pueden aplicarse a todos los pacientes o en cualquier momento, es por eso que se debe hacer una rápida evaluación del caso para aplicar el tratamiento más conveniente posible ya que en las condiciones adecuadas estas terapéuticas son muy efectivas.

Otros tratamientos apuntan a evitar que continúe la formación de trombos, cómo es el uso de antiagregantes (principalmente la aspirina). Luego se evalúan los tratamientos para evitar un nuevo evento y esto puede ir desde medicamentos (p.ej. antihipertensivos, hipolipemiantes, anticoagulación, etc.) hasta cirugías (p.ej. operación de la arteria carótida, llamada endarterectomía).

Además de estos tratamientos específicos se deben tratar otros factores de riesgo cómo la presión arterial, entre otros.

Fuente: Asociación Por una vida libre de ACV

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